26 noviembre 2006

Rupumeica a un año de la tragedia

El grito de auxilio de una comunidad que no ha resuelto su duelo.

MAIHUE.- Dicen que la Prensa es el “tercer” poder del Estado. Sin embargo cuando el centralismo choca contra las identidades locales, nada bueno se espera, y pese a que justamente los medios mucho han dicho y reporteado sobre el tema, el dolor de una comunidad marcada por la tragedia, sigue latente.

Este lunes 27 de noviembre se cumple un año del accidente de la lancha “La Santita”, que dejara el triste saldo de diecisiete muertos, la mayoría parientes entre si, mientras que otros dieciséis lograran salvar con vida, en un hecho ocurrido en el lago Maihue, localidad de Rupumeica.

Precisamente se trata de un sector que, en la práctica se encuentra alejado de toda civilización, aún cuando a unas cuantas horas de viaje al oeste se encuentra Valdivia, la que tanto ha luchado por transformarse en la nueva Región de Los Ríos, lo que no es malo, si se trata de darle la pelea al centralismo, pero que de todas manera requiere acciones de mayor potencia, para terminar con el semi aislamiento y las carencias de aquellas zonas con presencia mapuche.

Así al menos lo expresa el periodista Marcelo Patroni de “Región 14”, uno de los tantos medios nacionales que han llenado páginas reporteando sobre esta tragedia, pero principalmente del dolor que, desde ese 27 de noviembre, han debido enfrentar los residentes del sector.

Pero, porqué hemos recurrido precisamente a este medio. La razón es que junto a el viajó a la zona Marcelo Stevens, Psicólogo y Director de la Comunidad Terapéutica “Valdivia”, quien atiende a tres niñas sobrevivientes del accidente, terapias en las que se pudo dar cuenta del daño psicológico que las afecta, daño que también podía hacerse efectivo a toda la comunidad a la que las estudiantes pertenecen.

Y así fue, si al sector le sumamos una enorme pobreza, con una población defraudada de la autoridad, personas que no se sienten chilenas y con una enorme carga de resentimiento y desesperanza, lo más probable es que existan dificultades para un normal desarrollo, no solo material sino que personal. Si a ello le agregamos un estrés pos traumático, un duelo no asumido y, para peor, una tragedia colectiva, lo que nos queda es un grupo humano que, por incapacidad de la burocracia urbana, debe vivir de la mano con la muerte, con el recuerdo de aquellos que murieron por negligencia.

Y es que, cuando se produce un choque entre un Estado centralista y ciego respecto de lo que significa diversidad cultural, nada efectivo se puede esperar, porque lo que hoy necesitan las familias de Rupumeica es ayuda para sanar el alma y así puedan efectivamente, retomar la vida.

Pero, ¿cómo se hace para retomar esa vida?, en una zona que, aparte de un entorno natural hermoso, no posee caminos, no hay luz eléctrica, la única huella es un infierno, y para peor, hay que cruzar una pasarela colgante para llegar a la comunidad. Parece que cambiar la lancha, tal como lo hizo el Estado no era la única necesidad, según lo expresa el reportaje.

Todo parece indicar que pese a la inversión de la barcaza, que prestaría un servicio seguro a la comunidad, nada más se ha hecho por ayudar a estas familias a superar el dolor que les desgarra el alma.

Para el psicólogo Stevens, no solo la gente de Estados Unidos a tenido que enfrentar estrés pos traumático, luego de los atentados del 11 S, sino que en Rupumeica, también es posible encontrar esta patología, ya que las familias fueron brutalmente golpeadas por un tragedia que cambió para siempre la vida de toda una comunidad rural, mapuche, pobre y aislada.

Por ello el profesional llegó al sector a realizar una sesión a objeto de conocer como habían asumido el duelo, encuentro que fue difícil de mantener, debido a que la carga de angustia y dolor es tan grande que, en breves minutos de conversación, el drama se instala en cada rincón de las viviendas.

“Las familias no tienen asumido lo que ocurrió. Incluso no hablan del accidente, ni de la tragedia, sino que recurren a expresiones como “después de eso” o “después de lo que pasó”, relata el psicólogo.

Octavio Quinillao es, según el reportaje, uno de los líderes de la comunidad y comenta que en el lugar hay mucho resentimiento en contra de las autoridades, al respecto dijo: “Cuando pasó lo que pasó vinieron por acá el Gobernador (René Vásquez), la prensa y gran cantidad de personas. Incluso, cuando entregaron la barcaza hubo una ceremonia y otra vez llegó un montón de gente. El problema es que nos ofrecieron muchas cosas, y de ellas poco se ha sabido”.

Dentro de las cosas ofrecidas figura un camino por la ribera norte del lago, el cual debería haber estado terminado en ocho meses, según el compromiso del gobernador de la época, sin embargo aún no está listo.

Otro déficit notorio, es la escasez de atención médica para entregar consuelo a las familias. Orlando Santibáñez dice “perdí a dos hijos y uno nunca más apareció, pese a que al principio fui al médico, creí estar peor. En todo caso, siento que necesito ayuda porque tengo mucha rabia con las personas que fueron los responsables, y creo que si los veo los mato. Por eso me he entregado a Dios y me ha dado las fuerzas para seguir adelante”.


Visión de la psicología

Tras hacer un balance de su visita, Marcelo Stevens explica: “Se evidencia en estas personas los efectos del estrés pos traumático, de un duelo no resuelto y un duelo colectivo. Es un cuado complicado que presenta síntomas como las alteraciones del sueño, de la alimentación y en el tipo de pensamiento, porque están enfocados hacia el relato traumático, con alto grado de melancolía y llanto fácil. Esto no les permite realizar su vida en forma normal”.

Para el profesional, las familias de Rupumeica, no han aceptado la muerte de sus seres queridos. “Ellos tienen una confusión de sentimientos entre la pena y la rabia. Pena por lo ocurrido y rabia porque se sienten abandonados”, señala.

A su juicio, es necesario buscar los mecanismos para que estas personas sean tratadas adecuadamente. “Hay que ayudarlos para que superen su dolor y retomen una vida satisfactoria por medio de una intervención sicológica individual, familiar y colectiva, en la que debe tenerse como un eje transversal su condición étnica”.


Una canción

Mientras ello ocurre, un joven compositor interpreta la tragedia que enlutó a los habitantes del Maihue.

Se trata de Jerson Santibáñez, quien recuerda el hecho en una canción. Él es hermano de Nicolás de 12 e Iván de 15, muertos ese día. El último aún no es encontrado.



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Domingo 26 Noviembre 2006
Fuente : Región 14

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